Médicos en Estados Unidos ya recomiendan la cannabis a sus pacientes para tratar sus padecimientos por cáncer; una encuesta realizada por el Journal Of Clinical Oncology arrojó que alrededor del 80% de los 237 oncólogos encuestados a lo largo y ancho de todo el país, recomienda la sustancia a sus pacientes, aunque menos del 30% de todos ellos posee suficiente conocimiento para guiar a su paciente en cuanto a las formas y cantidades, o incluso cepas que puede usar.
Y es que la planta, junto con la heroína y el LSD, se mantiene como una sustancia de peligrosidad número uno a nivel federal; es decir, una que no tiene uso médico comprobado y un alto potencial de abuso. A pesar de todo, en 30 entidades de los Estados Unidos las leyes se han modificado y han establecido un marco de regulación para la planta, tanto en su uso médico como recreacional.
En 29 de todos ellos la cannabis está permitida para el tratamiento de cáncer, o mantienen a este padecimiento como una de las condiciones para obtener una cannabis card. Esta prohibición federal, que se extiende hasta las instituciones de salud, es en buena medida lo que ha mantenido el conocimiento de los doctores a raya en la materia.
“Desafortunadamente, la evidencia que poseemos respecto de la eficacia de la cannabis como tratamiento oncológico es todavía joven; muchas veces nos vemos obligados a considerar estudios que involucran otras enfermedades”, dice al respecto la doctora Iliana Braun, psiquiatra del Instituto del Cáncer Dana-Farber de Boston.
El estudio del Journal Of Clinical Oncology encontró, por otro lado, que prácticamente todas las conversaciones respecto de la planta que suceden en el consultorio, son iniciadas por el propio paciente. “No es ninguna sorpresa… a mí me preguntan por la cannabis varias veces a la semana”, agrega el Dr. Jerry Mitchell, del Instituto de Cáncer de Columbus Ohio: “es un producto bien conocido, y los pacientes están preocupados por su salud y hacen lo que deberían hacer: preguntar por todas las alternativas”.
“Nosotros no podemos ser quienes inicien esas conversaciones”, agrega: “pues, aunque muchos ya servimos en los comités de cannabis medicinal, algunos estados, como Ohio, no tienen todavía dispensarios en donde los pacientes puedan conseguir el producto de manera legal. La ignorancia de muchos médicos y limitantes como estas son las que nos obligan a recomendar el uso de la planta, pero no poder decirle al paciente cómo usarla…”.
“Tenemos en realidad pocas alternativas: por ejemplo, para el tratamiento del dolor crónico”, extiende Mitchell: “tenemos los opioides, que son peligrosos y generan adicción, eso ya lo sabemos; tenemos los no esteroideos, que son efectivos, pero no siempre para el cáncer específicamente. Y prácticamente es todo lo que tenemos en la caja de medicinas. Cuando reflexionas a este respecto llegas a la conclusión de que, está bien, deberíamos tomar en cuenta la evidencia anecdótica”.
Para la doctora Braun, estas limitaciones científicas tienen que ver directamente con la prohibición federal. “No entiendo completamente por qué hay discrepancias tan extremas al respecto del tema. Yo misma me encuentro en medio de una investigación a puerta cerrada… pero es complicado. La restricción federal debería eliminarse para facilitar la investigación científica, y explotar con mayor lucidez el potencial médico de la planta”.
El estudio antes citado también demostró que los oncólogos que residen en aquellos estados en donde la cannabis es legal, se sienten con mayor seguridad para hablar al respecto con sus pacientes, y de recomendar su uso, comparados con los oncólogos que residen en estados en donde todavía es ilegal, o no tienen un marco de regulación para su uso medicinal.
“Hay una importante brecha de conocimiento que está determinada por la legalidad o ilegalidad de la planta”, sentencia Mitchell: “ese es el gran problema”.
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