Los prejuicios de Occidente no pueden destruir milenios de tradición asiática. China está consciente de su lugar en el mapa económico internacional y quiere hacerse presente en cada aspecto posible. Por lo que siglos de tradición médica con la marihuana están justificando cosechas inmensas avaladas por el gobierno comunista del país más poblado del mundo.
Y es que el gobierno chino no juzga de la misma manera que otras naciones cumbre en el panorama internacional. Está nación permite que la marihuana se cultive legalmente a través de miles de acres y en todo tipo de climas posibles. La tradición es la que manda y China no va a dejar atrás toda una industria interna que se nutre del cáñamo y la planta.
Desde hace mucho tiempo ha aprovechado las virtudes de la marihuana para su industria médica. Todos conocemos los grandes aportes que esta república popular ha generado en materia medicinal, tanto ancestral como moderna, algo en lo que la marihuana siempre ha estado involucrada. Además, se cree que el primer papel elaborado en el país estaba hecho de fibras de cáñamo. Estas son pruebas sustanciales para ligar a China con la cannabis, ambas con un rumbo en común: la supremacía de la nación.
En zonas norteñas del país, cercanas a Rusia, ver plantíos inmensos de marihuana es algo bastante común. Las autoridades han permitido que los agricultores siembren y cosechen sin problema alguno. Incluso antes de que se permitiera legalmente, la justicia china no sancionaba esta práctica con severidad. Un campesino puede llegar a trabajar hasta con 600 acres de marihuana para venderla de formas muy específicas.
Las cosechas de la planta siempre se dividen para beneficiar a la mayor cantidad de industrias. Muchos productores compran los tallos para aprovecharlos en la industria textil china. Otros más, las compañías farmacéuticas, compran las hojas de marihuana para continuar con las miles de investigaciones a la planta que se hacen por toda el país. Y otra industria más, la de alimentos, adquiere las semillas restantes para utilizarlas en productos básicos como aceite de cocina, harinas o algunas bebidas tradicionales.
Por lo que China deja claro que el prejuicio no está presente en ningún momento cuando de cannabis se trata. Incluso el propio gobierno invierte grandes sumas para asegurar que la planta se cultive de la mejor forma posible, ya sea en climas nevados del país o en los desiertos sureños. La planta, hasta el momento, se cultiva de buena manera en todos estos territorios.
Claro que la ilegalidad se aprovecha de la permisividad. Varias organizaciones criminales chinas han encontrado en la marihuana un negocio rentable más del que no se quieren desprender. En España y algunas partes de Europa se sabe de células chinas que generan millones de euros con el tráfico de la planta, algo que el gobierno chino castiga duro, generalmente con penas de muerte.
En esto son muy tajantes. Una persona que sea encontrada en el país con más de 5 kilos de hojas de marihuana procesada, 10 kilos de resina o 150 kilos de hojas frescas puede enfrentar prisión perpetua o pena de muerte. Algo bastante común en el país y que mantiene en suspenso a la comunidad internacional, ya que muchos extranjeros han sido sentenciados a morir en China por esta causa.
En una nación con 1,300 millones de habitantes, las cosas pueden salirse de control más fácilmente. Así que el régimen ha decidió vigilar muy bien qué se hace con la marihuana cosechada. Y es que China tiene frontera con catorce países, lo que abre las posibilidades de exportación de sus productos y la ampliación de su filosofía.
El interés del gobierno por la planta ha llegado incluso a instituciones militares. Mucho del dinero destinado a investigación de la planta en el país está invertido en la milicia para generar medicamentos y telas de calidad para los uniformes oficiales. Esto es un dato valioso, ya que el ejército chino es el más grande del mundo con 2.3 millones de soldados en activo. Casi el doble del ejército estadounidense.
Mucha de esta investigación militar a la planta deriva de la guerra de Vietnam, en donde los uniformes eran fabricados con cáñamo para asegurar que fueran más secos y más fáciles de limpiar. Lo que dejó una buena imagen de la planta en la nación, sobre todo en su milicia.
Para la nación que pronto será la más importante del mundo en términos económicos, el reconocimiento a las virtudes de la marihuana es un gran paso para generar legislaciones positivas en el continente asiático. Sobre todo una gran influencia en naciones cercanas a China como Rusia, Japón y ambas Coreas. En donde la marihuana no goza de la apertura que tiene en la sociedad donde nació el kung fu.
Debido al sincretismo del gobierno chino, no es posible mostrar números exactos que detallen cuánta marihuana se produce al año ni cómo se distribuye realmente. Lo cierto es que la industria médica china es una las más importantes en términos de investigación de la cannabis, más de la mitad de patentes en el mundo relacionadas con la planta han salido de ahí.
La falta de cifras y el creciente número de patentes está asustando a las empresas de otros países como Canadá, Israel o Estados Unidos, quienes notan un avance notable en las investigacione chinas, lo que podría arrasar con sus inversiones y dar un duro golpe a la industria cannábica occidental. Es justo aquí en donde el silencio asiático ha resultado muy efectivo.
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