Aunque parezca difícil de pensar, hubo un tiempo en que tanto el cannabis como el alcohol compartían el mismo sentido de ilegalidad en Estados Unidos; tras un camino tortuoso, el alcohol logró su despenalización en 1933; caso contrario al cannabis, que a la fecha sigue luchando por ese derecho.
La historia de Estados Unidos está muy ligada a esta planta, incluso se dice que su Acta de Independencia fue escrita en papel de cáñamo; sin embargo, no fue sino hasta principios del siglo XX, cuando los efectos producidos por su consumo provocaron su ilegalidad.
Alcohol y cannabis ilegales
Desde entonces, el vecino del norte se convirtió en el “mayor enemigo del cannabis y, aprovechando su situación hegemónica internacional, influyó en la ilegalización de la planta a nivel mundial”, afirma un artículo publicado por Dinafem.
Durante este periodo, tanto el cannabis como el alcohol fueron ilegales; sin embargo, este último provocó una gran movilización en contra, aunado al incremento en el consumo clandestino y la tasa de delitos; caso similar al que sucede actualmente en nuestro país con el crimen organizado.
Tomando esto en consideración, un artículo publicado por la revista Entrepreneur, destacó la forma en que la industria del alcohol luchó para su legalización, como un camino que debe transitar la actual industria cannábica para lograr la despenalización.
Después de la Ley del Impuesto sobre la Marihuana promulgada en 1937, la ilegalidad del cannabis fue evidente y tiene un estigma que pesa hasta nuestros días; aunado a un oscuro pasado lleno de irregularidades provocadas por la presunta afectación a otras industrias.
Enemigos de la industria
Tal es el caso de la industria del papel, quien veía en esta planta una peligrosa competencia, ya que, el cáñamo es más rentable y, por tanto, peligroso para su emporio, que cada año, hasta la fecha, tala millones de árboles.
Otros enemigos naturales de la industria cannábica son la farmacéutica, la química y la del tabaco. Tal es el caso de Dupont, quien patentó y registró el neopreno (1930), el nylon (1935), el teflón (1937), y la lycra (1959), textiles obtenidos del petróleo y que son menos amigables con el ambiente y más costosos en producir que el cáñamo.
Pese a estos inconvenientes, la comparativa entre la despenalización del alcohol y la del cannabis requiere de puntos muy precisos a equilibrar, que pretenden lograr como resultado final, una adaptación del mercado.
3 lecciones de venta
Como primer paso, Entrepreneur destaca priorizar la educación como una herramienta para crear consciencia sobre los efectos del uso del cannabis en la salud de sus consumidores, pues el choque entre poder comprar algo en la farmacia que antes era ilegal, puede crear reacciones inesperadas, que van desde el exceso, hasta la preocupación desmedida.
Pare ello, destaca la necesidad de brindar información clara y precisa al público sobre el uso del cannabis mediante estrategias de marketing, como los contenidos de empaques, en el que se deberá leer cómo consumir la planta, considerando todos los aspectos legales.
El artículo remarca como estrategias efectivas: la publicidad de boca en boca, el uso de influencers y el marketing digital para lograr la proyección que necesita cualquier empresa cannábica, sin el riesgo de trasgredir la ley.
Otro punto importante a resaltar es que la industria del cannabis debe mirar a todas sus posibles audiencias, no sólo los millennials o los centennials, sino también los adultos y adultos mayores, que tienen curiosidad por los derivados del cannabis para tratar sus dolores y padecimientos.
El tema clave que deben aprender los empresarios del cannabis, es que, para luchar contra la ilegalidad, el punto a modificar no es la opinión de legisladores, sino la de los posibles consumidores, con base en la construcción de confianza, que ayude a combatir los estigmas y a desarticular a los escépticos.
Y para muestra basta un botón, un estudio del Pew Research Center reveló que, a finales de 2018, 62% de los estadounidenses abogó por la legalización del cannabis; caso contrario a lo sucedido en el 2000 cuando sólo 32% de la población se mostraba convencida o en 1990, cuando 16% de los estadounidenses mostraban su aprobación.
Con información de Dinafem, Green Entrepreneur y Entrepreneur.
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