Todo comenzó en el 2015 cuando el presidente sonrío para la foto con la ley en la mano: había legalizado la marihuana medicinal en toda la isla caribeña de Puerto Rico. La hierba ayudaría a pacientes que sufrieran desde migrañas hasta cáncer.
Si bien se puede consumir vaporizada, aún no se permite en la isla fumar directamente de la planta. Estos estatutos legales derivan del hecho de que Puerto Rico pertenece a Estados Unidos desde 1898, así que las personas nacidas en la isla también son legalmente ciudadanos estadounidenses. Por lo tanto, los empresarios estadounidenses no pierden de vista el comportamiento de la industria cannábica en Puerto Rico. ¿Qué es lo destacable de esta pequeña isla en relación con la planta? Bueno, que son los jóvenes puertorriqueños los que están levantando la mano para adquirir poder en la industria.
Aún con menos de 4 millones de habitantes, Puerto Rico tiene mucho que demostrar. Al no ser considerado un estado, sino un territorio estadounidense, los impuestos federales no se aplican a los ingresos generados por individuos o entidades puertorriqueñas. Esto da muchísima ventaja para que el desarrollo de la cannabis medicinal crezca sin tantas trabas legales. Aunque persisten las trabas económicas. Para un grupo de jóvenes de la isla es realmente caro emprender desde cero.
Esto hace de la isla un paraíso para la inversión extranjera. Si en California las licencias son revisadas durante meses, en Puerto Rico la legislación es mucho más amable con los empresarios grandes. Sobre todo las compañías puertorriqueñas de propiedad mayoritaria. Así que estas corporaciones son totalmente inmunes a los impuestos corporativos de los Estados Unidos.
Un ejemplo claro es el de Natural Ventures PR, una empresa totalmente puertorriqueña líder en la creación de productos farmacéuticos derivados de la cannabis. Todo controlado desde Caguas, un pequeño municipio en la parte oriente de la isla.
Su rápido ascenso y éxito los ha hecho establecer plantíos de cultivo de 9209 metros cuadrados, además de una planta de fabricación de más de 2,700 metros cuadrados. Y mantienen acuerdos internacionales con un gran ciudad en Canadá, la compañía CannaRoyalty. Además de presencia en estados como Colorado.
La unión local se abre paso
En Puerto Rico las licencias no son del todo baratas. Varían de 5 mil a 10 mil dólares para una licencia de fabricación y unos 20 mil para una licencia de dispensario. Pero esto no ha detenido a la industria dentro de la pequeña isla, los jóvenes emprendedores se están uniendo para prosperar en conjunto.
Dos jóvenes empresarias isleñas, Gaby Pagan y Carmen Portela, cuentan que muchos de los microempresarios que desean participar en esta industria se desaniman por los altos costos. Ante esto, personas como Pagan y Portela tienen como objetivo “construir una red de creativos e innovadores que no tienen el capital para invertir en el lado de la producción, pero que podrían encontrar oportunidades en la industria en áreas como el branding, el marketing o el diseño”. Este apoyo a todos los interesados está impulsando las estrategias de negocios de los productores locales.
Frente a su país vecino, Jamaica, quizá Puerto Rico no esté aprovechando al máximo las virtudes y condiciones climatológicas de su territorio. Faltan aún licencias para cultivos independientes que crezcan orgánicamente, razón por la que ambas empresarias, creadoras de Monticello, están solicitando más apertura a su gobierno.
Otro de los jóvenes metidos en la industria de la marihuana medicinal se llama Jim Rodríguez, tiene 34 años y considera que el gobierno les complica demasiado el camino a los jóvenes emprendedores. Pero persisten “hay que buscarle la quinta pata al gato”, dice, refiriéndose a la habilidad que necesitan para encontrar la manera de impulsar la industria verde desde adentro, desde las calles de Puerto Rico.
Su empresa Cultivana, junto con otras como Regenerative Group, están dando a la isla ese toque propio y artesanal que las grandes compañías millonarias no logran. Desde sus logros farmacéuticos hasta sus esfuerzos en el laboratorio, los grandes están dejando de lado lo que los jóvenes aprovechan: la imagen de la marca ligada a lo nacional, lo caribeño, lo realmente propio de la isla. “Quiero contribuir a Puerto Rico”, dice Frances Aparicio, con orgullo, después de resaltar la forma de trabajo de Regenerative Group.
“No queremos esa estructura que comparten tanto las empresas como el gobierno. Quiero dar empleos y que la gente trabaje conmigo, no para mí”, señala.
Sus páginas de internet son bilingües, respetan a la comunidad que habla español y la instruyen: “nuestro equipo cuenta con más de 15 años de experiencia desarrollando publicidad. Somos la primera agencia de publicidad y mercadeo digital dedicada a la cannabis medicinal”, se lee en su página.
Estas variantes de la industria, que no tratan directamente con la planta, están dándole un giro a la forma de trabajar el tema la cannabis en Puerto Rico. Incluso han lanzado su propia solicitud al gobierno con el hashtag #sialaflora, pidiendo que la propia planta se incluya en el marco regulatorio legal de la isla.
Otro de los esfuerzos de los jóvenes empresarios puertorriqueños es el de instruir a la población. Dan charlas para informar a otras personas sobre los beneficios de la hierba medicinal. Y es que Puerto Rico puede sonar como un gran destino paradisiaco, pero su sociedad es aún tremendamente católica y conservadora. Con votantes así, es difícil que los proyectos de ley pasen sin un enorme debate social que generalmente está en contra.
Pero los realmente entusiasmados son los otros jóvenes puertorriqueños, los que no están familiarizados con la industria. “Están totalmente abiertos al diálogo”, recalca Aparicio. Con esfuerzos así, la industria cannábica de Puerto Rico tiene mucho para ofrecer en el futuro. Si los jóvenes siguen invirtiendo y aportando de esa manera, podemos hablar de un futuro prometedor para la cannabis caribeña.
Deja un comentario